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Deporte y plantillas 3D

¿Cómo influyen los pies en la postura corporal?

Relaciones posturales entre el pie, la rodilla, la cadera y la espalda

Mucho hemos oído en los últimos años sobre las posturas del pie que pueden resultar en un problema a la hora de hacer deporte.

Atrás quedó la época en que casi solo nos imaginábamos dos tipos de pies: los pies cavos o los pies planos, estos últimos causa de que muchas veces se nos descartara ante algunas oposiciones.

Para pasar a hablar de otro tipo de «desviaciones», la llamada pronación y supinación. Hablemos de ellas, qué las causan, cómo poder optimizarlas y qué riesgos subyacentes pueden acabar provocando.

Hace unos treinta años, cuando en la consulta diagnosticábamos un pie pronado la respuesta era siempre la misma: «¿prona qué?» Ahora estamos en el polo opuesto, la gente viene a consulta con un casi: «hola soy Alberto y soy pronador».

Ese conocimiento de determinadas posturas del pie por parte de algunos deportistas y que pueden no ser las más saludables, se debe a la apuesta por determinadas marcas deportivas en intentar compensar dichas posturas a partir de determinadas correcciones en sus zapatillas.

Aunque la intención sea buena, querer corregir algunas posturas
a partir de una zapatilla, no está exenta de posibles complicaciones.

Muchas veces el diagnóstico no es el más certero, puede haber sido realizado por una persona con unos conocimientos biomecánicos
discutibles. Pero es que además muchas veces pueden ser pronaciones asimétricas, que de no ser tenida en cuenta, puede desarrollar patología mucho menos deseable de la que queremos compensar.

De ahí la importancia de realizarnos un buen estudio biomecánico de la pisada, para ver, no sólo las posturas del pie, sino cómo éstas pueden estar avisándonos de algún desequilibrio postural global que acabe despertando a medio o largo plazo.

Cuando pensamos en un análisis biomecánico de la forma de correr o caminar de una persona, con frecuencia lo relacionamos con la visita que realizamos a algún especialista que normalmente es un podólogo, para poder determinar el origen de alguna lesión que nos está alejando del deporte o la actividad que más nos gusta. Pero la realidad es que son muchos más los casos donde estaría indicado dicho estudio, tal como seguidamente expondremos.

Presiones

Analizar qué presiones tenemos en la superficie del pie, nos ofrece una idea de que determinadas áreas de éste están teniendo una mayor exposición a determinadas fuerzas. Estas fuerzas mantenidas podrán,
a medio o largo plazo, generar lesiones en diversas zonas que no sólo quedarán circunscritas al pie.

Hablando del pie, si las presiones no están bien equilibradas, podremos encontrarnos desde simplemente lesiones dérmicas en forma de callosidades o ampollas, hasta lesiones más profundas a nivel óseo o articular.

Cuando hablamos de pieles muertas o duricias, muchas veces hemos oído que son una protección de nuestro cuerpo. Dicha afirmación se «coge con pinzas». La realidad es que muestra, qué zonas de la piel se están viendo comprometidas con un aporte sanguíneo mucho menor del que sería fisiológico.

Me explico, cualquier célula para poder subsistir, precisa sobre todo de oxígeno y nutrientes que son aportados por la sangre. Pues bien, si la sangre se ve comprometida en irrigar determinadas áreas dérmicas por
un exceso de presión, provocará la muerte celular prematura, es decir, la duricia. De hecho, presentar duricias es una muestra de que algo no está funcionando del todo bien en nuestra biomecánica.

Lo mismo puede extrapolarse a zonas más profundas como cualquier articulación, y por supuesto el pie tiene bastantes. Una presión
no fisiológica en estas articulaciones facilitará la degradación de éstas, acabando inexorablemente con el tiempo necesario en una artrosis.

Un ejemplo claro son los llamados Hallux Limitus, donde la articulación del primer dedo a la altura del primer metatarsiano queda limitada por su degradación. Éste pasa de tener una flexión dorsal normal próxima a los 70 grados a no superar los 30 grados.

Posturas corporales

Cuando analizamos posturas corporales, en realidad deberíamos imaginarlo como un conjunto de ejes de fuerza, los cuales, como en cualquier sistema de fuerzas, podrán desarrollarse de maneras más o menos eficientes. Entendiendo como eficiencia la capacidad de amortiguar esas fuerzas o desarrollarlas según sea el caso, por parte de estructuras articulares o musculares.

Consecuencias articulares

Cuando una postura a nivel articular no es eficiente, hacemos referencia a angulaciones articulares, las cuales sobre ésta provocarán presiones que en muchas ocasiones como hemos visto en el Hallux Limitus acabarían en degeneración, pues se presentaría en zonas muy concretas de la articulación, una presión mayor a la normal para un flujo sanguíneo de la zona correcto.

En una rodilla desviada en X por ejemplo, hay una mayor presión en la zona externa de la rodilla, por lo que será previsible que a medio o largo plazo esa rodilla se acabe degradando por la zona externa. Esto es extrapolable a cualquier articulación que gestione carga, pero no lo haga por la mayor superficie posible, pues una reducción de la superficie de contacto será siempre igual a un aumento de la presión de la misma.

Consecuencias musculares

Cuando una postura no es la más eficiente, los ejes de movimiento en comparación con la trayectoria de cada músculo generarán lo que en física conocemos como el torque más o menos eficiente. O dicho de otro modo, en función de la posición de esa articulación, la capacidad de generar fuerza para conseguir el movimiento o postura deseada no será la misma.

Un ejemplo lo tenemos en los pies hiperpronados, donde esa torsión interna del pie va a generar más dificultad en musculatura como el tibial posterior o el tríceps sural para despegar el pie del suelo, lo cual puede derivar en, desde una pérdida de capacidad para ser más rápidos hasta disminuir la capacidad de realizar largas distancias por facilitar la fatiga muscular. Pero también en la función de recepción del pie al inicio del paso, donde deben trabajar para que el aterrizaje sea más suave y por lo tanto puede acabar siendo traumático para todo el primer radio.

Las patologías musculares asociadas a una posición como la hiperpronación del pie, serán desde una fascitis plantar, una tendinitis del tibial posterior y aquileitis como las más características. Esa hiperpronación del pie arrastrará a toda la extremidad en rotación interna, por lo que facilitará desplazamientos de la rótula en dirección externa que puede acabar con condromalacia rotuliana o en el conocido síndrome de la cintilla iliotibial o rodilla del corredor. En cadera podrá facilitar, por una tensión superior a la deseable en la musculatura que estabiliza la cadera, desde un síndrome del piramidal a una trocanteritis.

La cosa se complica cuando tenemos una asimetría importante en nuestras extremidades inferiores o una pierna adopta una postura diferente a la contralateral.

Esa asimetría, generará consigo cargas asimétricas a nivel articular y tensiones asimétricas a nivel muscular. Aquí nos encontraremos pacientes con una patología que suele afectar siempre a «la misma pierna», debido al superior estrés que esta acaba sufriendo en presiones y tensiones asimétricas.

Al llegar a la cadera la situación no es menos importante, la basculación y/o rotación de ésta, facilitará lesiones como trocanteritis, sacroileitis y hasta un choque femoroacetabular que puede ser la antesala de una artrosis prematura en esa cadera. Una cadera que no esté equilibrada, provocará la necesidad por parte de la espalda de modificar su postura para conseguir ser estables y aquí tendremos facilitadas desviaciones como escoliosis, hiperlordosis, cifosis y rotación de cuerpos vertebrales.

Esa posición vertebral poco correcta va a facilitar compresiones del disco intervertebral que puede acabar en los casos más leves en una protrusión y agravándose a una hernia discal.

Conclusiones

El análisis por parte de un especialista de todos estos factores es de suma importancia para garantizar, desde un aumento en la eficiencia en el deporte que realicemos hasta una reducción de lesiones o deformaciones a medio o largo plazo.

Se debe analizar la postura en todos los planos posibles, las presiones en estática y dinámica, en muchos casos también medir la fuerza muscular e incluso la actividad electromiográfica.

Todo ello teniendo en cuenta factores, a la hora de ser realizados, como
la fatiga o las lesiones entre otros, que nos condicionarán el resultado pues darán valores mucho más deficientes.

Obviar estos detalles o un diagnóstico poco correcto puede desembocar en que el deporte que más nos gusta nos acabe produciendo situaciones poco deseables incluso para la vida cotidiana.

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